Amritsar, localizada al noroeste de India, es tan sagrada para los sijs como el Vaticano para los católicos o La Meca para los musulmanes.

India acoge un universo de religiones profesadas todavía hoy en día con vibrante devoción; y sus habitantes veneran casi un millón de dioses. Por ello, decir que Amritsar constituye uno de los lugares religiosos más impactantes del subcontinente indio da una idea de la intensidad de la experiencia espiritual que aguarda al viajero sagaz en su visita a esta ciudad del Punjab.

La ciudad, además de ser el principal lugar de culto de los sijs de todo el mundo, tiene también un gran interés histórico (fue escenario de importantísimos hechos históricos del país en el siglo XX) y el nivel arquitectónico de su Templo Dorado es notable.

Palacio Dorado (Harmandir Sahib):

Da igual la religión que se tenga, incluso si no se profesa ninguna, el Templo Dorado sobrecoge y conmueve a quien lo visita. Incrustado en el corazón del laberinto que conforman las callejuelas y bazares del barrio viejo de Amritsar, el centro espiritual de los sijs guarda entre sus muros el “Adi Granth”, el libro sagrado. Los sijs de todo el mundo intentarán peregrinar, al menos una vez en su vida, para poder contemplarlo y purificarse bañándose en las aguas sagradas del estanque de Amrit Sarovar (la piscina del néctar de la inmortalidad) en la que flota como una majestuosa embarcación de dorada techumbre el Harmandir, el santuario más sagrado y bello del Templo.

Amritsar es, como tantas otras localidades hindúes próximas a la frontera paquistaní, un lugar ruidoso, polvoriento y atestado de gente, pero es también la sede del impresionante Templo Dorado, el mayor y más sagrado de esta comunidad. La ciudad santa de los sijs fue fundada en 1577 por el cuarto gurú, Ram Das. Aprovechando su estratégica posición en la Ruta de la Seda, los comerciantes se instalaron en ella configurando una rica metrópolis que, tras ser saqueada en 1761 por los afganos, vio cómo el más grande de los sijs, el maharajá Ranjit Singh, la reconstruía y coronaba su templo con la cúpula de oro; por la que desde entonces es admirado y reconocido en todo el mundo.

Durante el día, las aguas del Amrit Sarovar recogen los reflejos dorados que transmite el sol cuando ilumina la dorada cúpula del monasterio. Durante la noche, las aguas de la piscina sagrada devuelven la imagen del templo iluminado por los focos que mantienen constantemente visibles su dorado penacho Y a cualquier hora, los kirtans, o cánticos religiosos, transfieren al conjunto un ambiente de misticismo y recogimiento del que resulta difícil escapar.

Desde la entrada norte del complejo, Darshini Deori, se llega directamente a la base de la Torre del Reloj, una construcción de la época victoriana, y a la escalera de mármol, donde es posible contemplar por primera vez el Harmandir. Tras bajar los peldaños de la escalera, en recuerdo de la necesaria humildad que debe adoptarse para acercarse al dios, se accede al Parikrama, el patio de pulido mármol que rodea el estanque. Por este deambulan día y noche miles de fieles que purifican su cuerpo en las aguas del Amrit Sarovar, mientras desde cuatro cabinas de cristal instaladas sobre el blanco mármol los sacerdotes o granthis, se turnan para recitar continuamente versos del Adi Granth.

Muy cerca se encuentra el Jubi Tree, el árbol que, según cuentan, fue plantado hace 450 años por el primer gran sacerdote o Babba Buddhaya que tuvo el Templo Dorado, y del que se asegura tiene la facultad de favorecer la fertilidad de las mujeres, que cuelgan cintas de colores en sus ramas cuando buscan quedarse embarazadas.

Las cinco “K”:
Todo buen sij tiene una serie de deberes por cumplir y se resumen en tener siempre presente el nombre de Dios, ganarse la vida trabajando honestamente, practicar la caridad, servir al resto de la comunidad sij y huir de los cinco impulsos malignos: la lujuria, codicia, el apego a los bienes materiales, ira y orgullo. Su fundador, el gurú Nanak (1469- 1539), condenó el culto a los ancestros, la astrología, distinción por castas, discriminación sexual y los ritos brahmánicos.

Los principios de un buen sij se basan en la ayuda a los necesitados, la lucha contra la opresión, creencia en un único Dios (que no es ni hindú ni mahometano, sino la verdad) al que se debe venerar, el abandono de la superstición y los dogmas y defensa de la fe con el acero. Además, los adeptos a esta religión deben abandonar el tabaco, la carne y las relaciones sexuales con musulmanes y deben abrazar la irrenunciable regla de las cinco “K”, a saber: Kesh (no cortar nunca su cabello), Kangha (llevar siempre un peine consigo), Kirpan (portar continuamente un sable o cuchillo), Kara (incluir en su vestuario una pulsera de acero) y Kachch (vestirse en todo momento con pantalones cortos, a modo de calzoncillos, bajo su vestimenta habitual). Por último, los sijs varones deberán sustituir el apellido de su casta por el de Singh —león— y las mujeres por el de Kaur —princesa—.

La hospitalidad de los sijs es inmaculada. Cualquier visitante es siempre bienvenido en el Templo Dorado que, a tal efecto, mantiene sus puertas continuamente abiertas a los cuatro puntos cardinales, siempre que se respeten unas cuantas normas básicas que los vigilantes del templo, de una amabilidad tan extrema como su feroz aspecto, se encargan de hacer cumplir.

En primer lugar, el visitante debe abstenerse de consumir dentro del recinto sagrado tabaco, alcohol y drogas de cualquier tipo. Además, antes de entrar al Templo Dorado, hay que dejar los zapatos en el guardarropa instalado a tal efecto a la entrada del mismo y cubrir su cabeza con un pañuelo de algodón que, en cualquier caso, se facilita gratuitamente a quienes no dispongan de él.

Por último, todos aquellos que penetren en el recinto sagrado deben lavar sus pies, algo que, por otra parte, resulta inevitable ya que para acceder al mismo es necesario atravesar unas piscinas de mármol que cubren de agua a los visitantes a la altura del tobillo.

Jardines Jalia Wala Bagh:

Representa una de las principales visitas en Amritsar. Este lugar es famoso por acoger la masacre más notoria dada bajo el dominio británico. Se encuentra a unos 400 metros al norte del Templo Dorado.

El General británico Dyer fue el vicegobernador de la provincia en 1919. Prohibió todas las reuniones y manifestaciones encabezadas por los indios contra el sistema económico impuesto por la Primera Guerra Mundial. El 13 de abril de 1919, miles de peregrinos llegaron a Amritsar para celebrar el festival Baisakhi, una festividad del calendario sij. Por la tarde, miles de personas se reunieron en Jallian Wala Bagh para celebrar el Baisakhi. Este terreno, rodeado de altos muros, solo consta de un estrecho callejón de acceso. El General Dyer dirigió personalmente a las tropas hasta la zona y ordenó a sus hombres abrir fuego sin advertencia alguna. El resultado fue la muerte de 379 personas y más de 1.200 heridos.

La India se indignó por la masacre de Dyer. Gandhi convocó una huelga de alcance nacional y empezó un movimiento de cese de cooperación, que se convirtió en un hito importante en la lucha por la independencia del país. Hoy en día, este terreno se ha convertido en un parque y tiene un agradable jardín. En el lado norte, hay un pozo en el que se ahogaron muchas de las personas que trataron de escapar de las balas, los restos de las paredes se han conservado para mostrar los agujeros de bala. En el extremo de este jardín hay un gran monumento construido en memoria de aquellos que murieron durante la masacre.